La segunda mitad del siglo XIX nos trajo grandes revoluciones sociales y una de ellas sin duda fue la construcción y puesta en funcionamiento de los ferrocarriles en España. A nuestro pueblo el ferrocarril llegó con prontitud en una época social y políticamente muy activa.

 

Según cuentan los periódicos de Madrid en la estación de ferrocarril de Alpera se subieron dos personas aprovechando la parada y pistola en mano intentaron atracar el tren, pero vamos con el relato de los hechos que publicó el periódico “El Graduador “ el día 19 de noviembre de 1884: “El tren correo que salió el sábado fue asaltado y muerto el conductor entre la estación de Alpera y el Villar”

 

Dicho periódico continua su relato : “ a los cinco minutos de haber salido el tren de la estación de Alpera vio el conductor un hombre que entraba por la portezuela contraria a la de la estación y sacándole una pistola le intimó a que le entregara los caudales que guardaba en su poder”

 

“Se negó a hacerlo este honrado empleado, y embistió contra el ladrón, luchando a brazo partido con él, pero con tan mala suerte , que la pistola del ladrón se disparó, hiriéndole gravemente en la ingle”

 

Al oír el disparo uno de los empleados del tren se despertó y acudió al lugar de los hechos,y “ observó como otro hombre se presentaba por la citada portezuela pistola en mano, y lo primero que se le ocurrió fue abalanzarse hacia él e impedirle el paso.”

 

Por lo que nos sigue narrando el periódico este segundo empleado le arrancó la pistola y “empujándolo hacia afuera , cerró con el llavín la portezuela, y volviéndose se encontró en el suelo al conductor nadando en sangre y abierta la otra portezuela. Trató de cerrarla y no pudo por estar rota la llave”

 

Este empleado viendo la situación no se atrevió a separase “temiendo que los ladrones pudieran volver”

 

A continuación sigue el relato contándonos que “paró el tren en el Villar, y en la oscuridad de la noche creyó ver dos sombras que huían”

 

Se dio cuenta de lo sucedido al jefe de estación y según nos cuenta el periódico el conductor herido “a las dos horas entregó su alma a Dios el honrado funcionario, víctima de su deber”

 

Como vemos la inseguridad de los trenes en aquella época era manifiesta y así lo expresa al final de la crónica el periodista “¿Cómo la compañía y el gobierno ha descuidado el que dos parejas de la Guardia Civil custodien los trenes poniendo a salvo los intereses del público y la vida de los empleados?”

 

Fuera por la presión social o por por cuestión de seguridad la Guardia Civil escoltó el interior de los convoyes ferroviarios a partir de 1886.

 

Rafael Jara Pozuelo